En el Siglo XVIII, don Diego Arce y Chacón obtuvo el título de Conde de Oploca y fue su residencia este hermoso paraje de la campiña chicheña, otrora esplendorosa y rica. Desde aquí, don Diego dominaba sus vastas propiedades extendidas en la provincia S. Chichas. El condado pasó, luego, a los señores Yañez de Montenegro, habiendo sido el último Conde de Oploca don Calixto Yañez.
La mayor atracción que puede ofrecer hoy Oploca a la observación turística, es su iglesia, una de las más antiguas de la región y, evidentemente construida en tiempo de la Colonia, ya que su arquitectura corresponde a la que predominó en esta época.
El centro poblado se halla a pocos Km. de Tupiza sobre la vía férrea, pudiendo llegarse también en la época no lluviosa, por camino carretero vecinal que recorre el lecho de la playa del río Tupiza.
El panorama natural de estas tres o cuatro leguas de recorrido, es de una belleza impresionante, particularmente por la conformación imponente de las serranías. El río Tupiza, a ambos lados en este sector, está flanqueado de sembradíos que en el verano tienden su manto de verdes maizales y huertos floridos que brillan bajo el sol.
El trayecto es interesante, incluso, para caminatas bajo la refrescante sombra de arboledas que mecen su fronda con el soplo suave de la brisa. Ahí cerca, están los parajes de inconfundible belleza: Torre Chica, Villa Providencia y en el rincón, como joya engastada en la roca: San Joaquín, con sus jardines y sus huertos perfumados, apenas una sombra de lo que fuera en tiempos mejores. Oploca fue en otro tiempo, una próspera finca agroindustrial con una importante producción que abastecía el mercado de consumo de las minas del Sud con frutas, cereales, papa, haba, carnes frías, leche y harinas.
Vestigios de esa época de abundancia y esplendor, todavía se pueden ver en huertos envejecidos y en las ruinas de establecimientos agropecuarios: corrales, molinos, depósitos, etc.
En suma, Oploca ofrece hoy el contorno de su belleza panorámica, que es lo único que permanece inmutable y su naturaleza sería completamente benigna, de no mediar la contaminación de las aguas del río que baña sus tierras, por los residuos químicos de los ingenios mineros de COMIBOL y otras empresas particulares que, pese a los reiterados reclamos para que se cumpla lo que dispone la ley en cuanto al uso de las corrientes de agua en la actividad minera, poco o nada han hecho y hacen por la descontaminación del río.
Su característica de pueblo antiguo ha dado pábulo a versiones en sentido de la existencia de tesoros escondidos - "tapados”-. Pero nadie sabe dónde se esconde el oro del Conde; a pesar de haberse hecho febriles excavaciones.