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El Diable se Enamoró

Érase una vez, hace muchos años cuando ya había sido creado nuestro pueblito encantado Tupiza, donde nace la valentía del poncho rojo, donde nacen las mujeres hermosas y encantadoras. Tierra majestuosa creada por nuestros antepasados habitada por personas aguerridas.
Pero aunque no lo crean los habitantes tenían muchos problemas. Una tarde se encontraba Marcelina una jovenzuela morena, con ojos redondos y negros como la uva, su cabello largo y crespo que parecían las ondas del río de Tupiza tan hermosa y deslumbrante mujer que las mismas flores envidiaban su belleza

Marcelina solía encontrarse todas las tardes a orilla de los maizales con Severino, un joven risueño con ojos profundos una sonrisa encantadora, él había conquistado el corazón de Marcelina con coplas y melodías de la anata. Esa tarde Severino había llegado tarde a dicha cita por el trabajo extenso que se da en los sembradíos. Es entonces que de pronto se escucha una voz a lo lejos y con eco: Marcelina…Marcelina… repetía la voz constante la joven asustada y curiosa daba vuelta y vuelta para ver quien la llamaba tanto! De repente se presentó una figura de hombre apuesto, alto, con poncho y sombrero orejón, montado a caballo color azabache.

Era el mismísimo diablo que se había enamorado de tan bella mujer. Marcelina empezó a correr río abajo sorprendida por aquella aparición.
Ya resguardada y asustada empezó a relatar lo sucedido a su familia mientras ellos la escuchaban atentos sonó la puerta…toc toc toc sonó la puerta,
– Quien es- grito don Jacinto padre de Marcelina, una voz gruesa se interpuso y dijo.
-Yo! Juan del diablo vengo a pedir la mano de Marcelina.
Se abre la puerta y entra Juan con un bulto en la espalda.
Don Jacinto: ¿Juan del diablo? Pero que se ha creído este sonso lokalla; venir a pretender a mi hija! Mientras tanto Doña María madre de Marcelina roja como el tomate agarró la escoba y a empujones empezó a sacar de la casa a Juan, cuando de repente en un forcejeo se regó en el suelo todo el oro que traía Juan. Juan: les imploro que me regalen un poco de su tiempo no se arrepentirán con una sonrisa picaresca sacándose el sombrero y haciendo una venía a los padres, mujer, mujer, María! Vez lo que estoy viendo, acaso es oro gritaba Don Jacinto, – oh que va ser pues! Este joven aparte presumido es mentiroso! Cuento del tío nos quiere hacer. Marcelina en una esquina observando todo lo que pasaba deducía lo que se veía venir, sus padres añoraban desde hace ya mucho tiempo encontrar un matrimonio ventajoso, pero Marcelina se negaba a cada propuesta, su corazón ya le pertenecía a Severino, su amado Severino, se escuchaban susurros y de repente:-Hija no te asustes muchacha, puedes creer que este Juan no era tan farsante como creíamos, el oro que trae es de verdad y nos a dicho que todo ese oro será de nosotros si tan solo le damos tu mano, puedes creerlo! Marcelina: A mí que el oro de ese tal juan, no sabemos nada de él como pretendes dar mi mano a un desconocido; mamita escúchame por favor, soy tu hija,-Wawitay estas cayendo en demencia acaso no ves hija que es demasiado oro ya me imagino la cara de los tupizeños, de la vecina rutila, cambiaremos de posición esa vieja sonsa ya no me presumirá sus polleras. -Marcelina: Aunque llene todo Tupiza de oro no me casaré jamás con Juan. Marcelina en un descuido de su mamá, sin pensarlo dos veces salió por la puerta de atrás, escapó, corrió y corrió hasta no poder más, por el sendero se veía venir a Severino, que ya había divisado a Marcelina -Por qué lloras mi moza chicheña? le preguntó Severino. Ella le contó todo, lo que pretendían hacer sus padres y es ahí que ambos decidieron escapar. Pero esto era una humillación para Juan diablo, quien prometió vengarse por tal deshonra aquella. Ambos huían entre lazados por el amor que les unía, pasaron ríos, maizales, quebradas hasta que les pilló la noche y juntos decidieron darse un descanso Marcelina aún acongojada no podía cerrar un ojo por el temor, la angustia que vivía esa noche fue tan larga el cielo se tiño de negro solo la luna acompañaba a la tierra chicheña, los habitantes veían llegar una tormenta, se escuchaban truenos, los niños empezaban a llorar, ¡Claro no era una noche cualquiera! Los tupizeños se refugiaban bajo los sauces, aquellos cobraban vida, abrazaban a los lugareños, se venía el destino final de aquellos dos corazones, que tenían un solo palpitar. De repente, los encontró! Era Juan del diablo en su caballo todo enfurecido sorprendió a aquellos dos almas enamoradas, ella resguardada en el pecho de Severino, vio como las patas del caballo traspasaron aquellos dos corazones, ambos murieron en el lecho, de repente llegó la riada y la sangre derramada tiñó el río de rojo púrpura, he ahí por qué la tierra roja, los cerros rojos deTupiza. Ambas almas se encuentran una vez al año el forma de la tierra forjada con los sembradíos y ella en la forma del clavel más hermoso que puede existir en la tierra Chicheña.