Es sin duda una de las poblaciones más antiguas del continente y en la época de la Colonia fue importante centro de actividad, con una población y organización que la constituían en cabeza de la provincia.
Fue, además, el asiento Parroquial original con jurisdicción sobre el extenso territorio de la gran provincia Chichas.
Talina se encuentra a una hora y media de viaje desde Tupiza, por camino vecinal de transitabilidad temporal. El viaje resulta sumamente agradable por la variedad paisajística que se ofrece a la vista en el trayecto, que recorre la vera del río San Juan del Oro, pasando por poblaciones pequeñas como Palquiza, Titihoyo, Chaco- pampa, Espicaya, El Monte, Quiriza y San José de Pampa Grande.
El pueblo de Talina que hoy muestra un lamentable aspecto de abandono, se halla rodeado de sembradíos de maíz, el principal cultivo de la zona. Sus estrechas y vericuetas calles, de ambiente antiguo, se colman de gente sólo para la fiesta de San Juan, patrono del lugar. Los fines de semana, se produce también una especie de feria comercial que se halla en decadencia y concentra a la gente de las poblaciones vecinas más próximas, año tras año en menor cantidad.
La iglesia de Talina, además de los aspectos interesantes que puede ofrecer a la observación del turista, guarda el Archivo Parroquial más antiguo de la provincia y cuyo estudio, como documento, puede ser de gran utilidad a la investigación histórica.
Evidentemente, esta población cuenta en la actualidad, con los servicios públicos básicos, para ofrecer elemental comodidad a un potencial flujo turístico. El puente del “Toroyoj”, construido en el año 1.981, después de 40 años de gestión, se convierte en un complemento con una carretera estable que lleva a la región impulsos de desarrollo en base a la explotación de su potencial agrícola y la excelente cerámica producida en el cantón Chagua que encuentra su principal mercado en la República Argentina.
De cualquier manera, Talina, aún hoy y así como está, irradia el encanto de su atractivo natural de bellos contrastes y el ambiente de quietud para los espíritus amantes del silencio y la soledad del campo.
En todos sus contornos se respira sensación de pasado histórico, con una mezcla de emociones eglógicas, profundamente enraizadas en el espíritu de las gentes sencillas.
En todas las comunidades que transcurren en el viaje, se encuentra la oportunidad de participar en ricas manifestaciones costumbristas que se conservan a pesar de la época de cambios que vivimos.