Cuentan en el pago que después que cesara la larga lluvia que arrasó todo, poco a poco las aguas tomaron su cauce natural, luego aparecieron las montañas, después empezó a brotar la vegetación, crecieron las plantas, los árboles y con ellos, volvieron los vientos, las nubes y el frío.
Viendo la quietud y monotonía de los días y las noches, el gran Wiraqocha –Señor creador del universo- decidió abrir las puertas de la enorme embarcación encallada en el gran lago, de él salieron todos los animales para poblar los campos, selvas, montañas y las aguas….Ellos iban en distintas direcciones, era tanta la variedad que tardaron años en encontrar el lugar adecuado para hacer su hábitat permanente.
En el nuestro, se quedaron varios y pintorescos, entre algunos : Átuj (zorro andino), Kúntur (cóndor andino), Quirquincho(armadillo), Urpis y Jurk’utas (palomas), Jamp’atus (batracios), Wisk’achas (viscachas y chinchillas), Juk’uchas (roedores), Jukumari (oso andino), Kataris o Amarus (reptiles) Wik’uñas, Allpaqas, llamas y wanakus, Añathuya( zorrino- mofeta), Challwas(peces), Apanquras(cangrejos)….K’allas (loros), Jukus (búhos) y variedad de P’isqus (pájaros)…
Cierto día, iba el zorro de un lugar para otro con su apresurado trotecito como martilleo constante de sus patas, iba olfateando cerca de los árboles, buscaba algo en los ocasionales hoyuelos y escarbaba los sospechosos promontorios de tierra; era evidente que le arañaba el hambre las secas paredes de sus entrañas…. Cerca de ahí se encontraba un imponente señor de las alturas acicalándose las prominentes plumas negras y blancas, levantaba bruscamente su vistosa cabeza semicalva, de ella se desprendía una carúncula rojiza a manera de cresta carnosa, en la base del cuello llevaba un vistoso collar blanco de finísimo plumaje que le daba un aire señorial.
Con un carraspeo por delante, el cóndor se dirigió al zorro diciendo:
-Qué haces por aquí, ¿acaso no sabes que te has alejado demasiado del lugar donde te vi la vez pasada?
-Son varios días y noches que busco comida y no encuentro nada- repuso tocándose las costillas. –Tengo mucha hambre- lamentó, bajando los párpados de sus ojos…
-Hablando de hambre….ahora mismo tengo que ir a un gran banquete en el cielo- dijo el cóndor a la vez que bostezaba abriendo el pico blanquecino y sus alas dorsales.
Al zorro se le movieron como radares las erectas orejas al oír e imaginar lo que sería un banquete. Con su proverbial astucia no quiso mostrarse demasiado evidente…Solo preguntó:
-¿Y cómo es el cielo?-
…El cóndor hizo gala de sus conocimientos en vuelos, describió lugares de ensueño, pero aseguró que no eran permanentes, eran lugares más bien cambiantes a los que se los nombraba siempre: como “el cielo”
-Amigo cóndor, por la amistad y las deliciosas carroñas que alguna vez compartimos, llévame a conocer el cielo- suplicó el hambriento zorro.
-¿Tú al cielo?... Pero yo tengo que asistir al banquete, fuera de él te caerías, no tienes alas, pero lo más importante, no has sido siquiera invitado-, -Conozco tus modales, ardides y mala crianza, para mí sería una gran vergüenza tu comportamiento- sentenció el emplumado.
-Juro que me portaré muy bien, es más, pasaré desapercibido, a mí, muy pocos me conocen- afirmó el raposo, faltó poco para que se sentara sobre sus patas traseras y juntara las delanteras en señal de ruego. Ante insistentes zalamerías, ruegos repetidos hasta las lágrimas, el cóndor se compadeció y dijo:
-Quítate el polvo que llevas, limpia también tus sucias patas que en breve partimos…- No tardó nada en sacudirse, parecía un pedazo de cuero moviéndose en el aire, acercaba sus extremidades hasta el hocico para relamerlas con apuro.
Iba muy bien sujetado a la espalda del majestuoso rapaz que hacía giros precisos tomando altura, entraban y salían de los bancos de nubes, al zorro le agradaba esto a tal punto de olvidar por unos instantes el hambre.
Con un ligero movimiento de cabeza hacia atrás, advirtió al maravillado zorro:
-No olvides que prometiste portarte bien, recuérdalo-
-Sí, sí….ya me lo dijiste- contestó como si no importara ya lo que diga el cóndor.
En las puertas del cielo, a esas horas había una considerable cola, avanzaron con cautela, él cubriéndole con sus grandes alas al porfiado, había un bullicio de saludos y risas… De pronto reconoció una voz que daba la bienvenida….Sí, sí…era el políglota loro, que repetía lo que un miope búho leía…..Ante sus ojos asombrados se extendía una inmensa mesa en u invertida cubierta de inmaculados manteles, sobre ella los más variados manjares y desconocidos alimentos a los que ya quería hincar los dientes el hambriento zorro….de no impedírselo el abochornado cóndor que le sujetaba con sus poderosas garras.
Entonces optó por ocultarlo bajo la mesa…Una vez allí: grande fue su sorpresa… Habían varios “coleros”(No invitados) que intercambiaban miradas desconfiadas o muestras de fiereza con dentellos de advertencia. A él no le amedrentaba ningún gesto, solo le interesaba los aromas de las exquisiteces que penetraban por su agudo olfato. Finalmente el generoso cóndor le pasó un buen trozo de costillar, que desapareció en un santiamén, apenas terminaba, tiraba del mantel como petición de otro buen bocado….El pobre cóndor estaba ya hartándose de sus exigencias, no le dejaba en paz, menos conversar con los ocasionales comensales de buenos modales….Entonces hizo caer a propósito una servilleta para destapar el mantel con disimulo y decirle en voz baja:
-¿ Y que es de la promesa?
El muy desvergonzado contestó:
-¿Dices que habrá sobremesa?...
Esa cínica respuesta en forma de pregunta, colmó al molesto cóndor que se levantó de la mesa para ir a un círculo de aves que departían risas y licores. Libre de las garras del emplumado, se atrevió a salir del escondite con sigilo acostumbrado, se mimetizaba entre los floreros, las cortinas y, con atlética agilidad atacaba cuanto plato podía, a veces se mostraba risueño ante algunos invitados desconocidos que le observaban con cierto desdén, toda una muestra de desfachatez y desvergüenza, comía de todo, pero de todo sin discriminación alguna….
El cóndor miró al sol, y dedujo que era prudente retirarse con decoro, buscó con la mirada al zorro, solo alcanzaba a percibir su larga cola que aparecía y desaparecía rápidamente entre los manteles y sobras de alimentos.
-Se lo advertí- concluyó tajante y molesto…. Dio un bostezo, abrió las alas y echó a volar.
El zorro al escuchar menos bullicio y ver a pocos invitados que quedaban, buscó al cóndor con pasos lentos, tenía la barriga llena de tantísimo que había comido...De pronto vio a un conocido. ¡Era el políglota! al que preguntó:
-¡Hola Verde!...¿Viste al amigo cóndor por algún lado?
-Hace mucho rato que ya se fue, se fue, se fue- repetía el hablador.
Preguntaba a las pocas aves que quedaban aún, sin obtener respuestas positivas… imploraba a alguna de ellas para que le retornaran a tierra, pero, nadie se atrevía a socorrerlo, ¡Pesaba demasiado!
Cuando vio que se quedaba solo, recurrió a su ingenio, cortó los manteles con precisión de sastre y empezó a atar extremos hasta formar una especie de cuerda muy larga, tan larga que creyó que llegaría hasta la tierra; ató una punta en la columna de entrada al cielo y la otra la echó al vació….Se frotó las delanteras, relamió su alargado hocico, se le escapó un último eructo y.. ..A lo suyo….. Iba deslizándose con maestría, cuando repentinamente apareció el loro dando vueltas la cuerda.
-¡Hey… Lorito K’echichiii …! ¡Pampa lorito!, ¿ni te imaginabas ver esto verdad?- Dijo el zorro fanfarrón.
Ciertamente al plumífero le causó asombro la osadía del astuto.
-¡Hey….Muerto de hambre!, parece que a ti no te dieron ni un bocado de comida…¡Mira como yo estoy feliz con la barriga llena!- Insultaba gritando y frotándose su prominentre vientre.
Al oir esto, el loro encrespó las finas plumas de su cuello, y le advirtió con determinación, que sí continuaba con sus insultos, cortaría la cuerda. El zorro se disculpó y aseveraba que eran simples bromas, reiterando sus excusas….
Pero, cuando ya se alejaba el loro…..Volvió de nuevo con sus sandeces:
-¡Loro Q’echasiquiii (esfínter suelto) me saludas a la familia!-
El loro al oir esto, entró en cólera y volvió resuelto, esta vez sí, con el negro pico encorvado cortó la cuerda, al pobre zorro le faltó tiempo para urdir alguna solución, le saltaban los ojos de pavor…Era su destino…
Finalmente cayó a gran velocidad entre repetidos gañidos -preso de pánico- hasta llegar al suelo reventando su hinchada panza… Con semejante impacto, todo lo que había comido se esparció por el campo…..Y desde entonces, dicen por el pago que, es así como nacieron muchos de nuestros alimentos….